2 estrelles

La Rosa del Raval

Mucha gente no es nada fan de las franquicias, porque sostienen que todos los procesos se automatizan, la comida y la bebida se sirven en cadena sin respetar la receta original y los camareros, sujetos a normas de manual de buenas prácticas, ven como se agria su carácter y cada vez se esfuerzan menos cuando limpian el WC (el del trabajo y el de sus casas).

Por fortuna, la Rosa del Raval no parece llevar ese camino. Menos todavía ahora que se han suavizado las temperaturas, han apagado las estufas exteriores y la clientela, fumadora o no, se ha echado a las terrazas con rumbo y donaire. Y allá que nos fuimos nosotros, a tomar drinkitos en la inesperada calidez nocturna.

Era un viernes tarde, catárquico como pocos, en el que la oscuridad engañaba. Estos días uno ya no sabe si salir a merendar, a tapear, a cenar o de cócteles. Nosotros votamos por invertir ese orden, ¡qué diablos! Empezar en el corazón de tan pintoresco barrio (la Rosa está en  c/dels Àngels, 6) siempre es un buen augurio. Además siempre se pueden pedir aperitivos a bajo precio y/o cenar.

Hay que tener en cuenta que los Mojitos también pueden degustarse, que no es necesario terminar por el suelo ni llegar al extremo de ver virtudes en el físico de Rappel.  Sobretodo en viernes hay que tomárselo con calma. Los camareros, fieles seguidores de la estética proclive al mestizaje y la aldea global, nos servían unos Mojitos sencillos y sin ambiciones. Muy equilibrados. El ron era blanco y suave, mientras que la lima, en su justa medida, se complementaba con el azúcar -moreno esta vez- de manera que no había excesos de acidez ni de dulzura. Muchos podrían ver esto como un inconveniente, pero hay que buscarle el lado bueno: eran baratos y entraban rápido. 3’50 € en una happy hour que por lo visto pasa a ser happy night y dura toda la noche (a todo esto…no las habían prohibido?), o eso nos aseguraron. Todos estuvimos de acuerdo en que habrían quedado mejor con menta, eso sí. Y los nachos, mejor con queso.

Manteles que turban al más pintado

Manteles que turban al más pintado

Sin tomar fotos del interior, nos fuimos de tapas. Pero esa ya es otra historia.